En nuestro entorno podrás descubrir un gran número de huellas que hablan de la intensa relación que los habitantes de Grazalema han mantenido y mantienen con la naturaleza a través de los siglos.

Una de ellas son los neveros, construcciones circulares de piedra caliza que, excavadas en la tierra, tenían como fin conservar el máximo tiempo posible el hielo que proporcionaban las últimas nevadas del invierno.

Como podrás descubrir en el camino que une Grazalema con Benamahoma a través del Pinsapar o en la Sierra de las Presillas, los neveros se construían en zonas sombreadas y proporcionaban un bien tan valioso como el hielo mucho más allá del invierno.

Su funcionamiento era simple. Se alternaban capas de nieve, entre las que, al objeto de compártala y favorecer su conservación, se colocaba madera, vegetación (ramas de pinsapo y otras plantas) y arena. De este modo, los pobladores de la zona disponían de hielo durante un largo periodo de tiempo.

El hielo, que era transportado en burro, se cortaba en bloques y se envolvía en serones especiales que, a su vez, se cubrían de helechos y fina paja para su mejor conservación.